Ir al contenido principal

Candidatos a Caronte

Texto escrito y leído en la apertura del segundo Alto Guiso realizado el viernes 22 de diciembre en el barrio de Abasto.

 


 


Dicen que pasó la tormenta y vientos huracanados nos trajeron hasta acá.

¿Pasó la tormenta?

¿O estaremos, acaso, en la boca del temporal?

¿A las puertas del infierno?

Decenas de nombres compiten por el premio mayor.

¿Quién o quiénes serán los nuevos Carontes que con entusiasmos empujen la barca?

¿Nos llevarán finalmente a la otra orilla?

¿Triunfaron sobre nuestras almas y cuerpos cansados?

Todavía escucho los ecos de la fiesta.

Las risas del palacio se van apagando a medida que Caronte –ensimismado-  nos arrastra en la barca.

De apoco se esfuman las voces y el pasaje parece murmurar. De pronto se escucha una protesta, una queja: “que no hay lugar, que somos muchos, que nos dijeron otra cosa” algún grito y el murmullo crece.

Algunos pierden el miedo y se paran. Caronte se da vuelta y amenaza con el puño, gesticula, insulta y apura el ritmo.

La barca cruje, tambalea.

Sonrío.

El viaje se va a complicar.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tiempos de perros

¿Nunca una novia, nunca una amiga? dijo Don Braulio con una sonrisa. Siempre solo… No es bueno trabajar tanto, continuó ante el silencio de Tadeo que no supo que responder. El joven estaba incómodo y sorprendido. El viejo percibió el malestar, la incomodidad que había generado y cambió de tema. Espéreme un minuto. No se vaya que le compré algo le dijo palmeándole el hombro. Tadeo sonrió y metió las manos en los bolsillos del pantalón. Esperó. Acá le traje. No es mucho pero bueno, es por la paciencia que me tiene. No es nada, Don. No se preocupe, agradeció Tadeo y se despidió con otra sonrisa. Tadeo no hablaba mucho. Apenas saludaba a los vecinos y parecía siempre ensimismado. No sabíamos mucho de él: salía temprano, antes del amanecer y regresaba pasado el mediodía. Algunas tardes lo vimos salir a hacer las compras. Con el único que se paraba a conversar era con el viejo de la esquina y luego, enseguida a su casa. Cuando llegó el sábado, alrededor del mediodía, el calor era in

"No me interesa el arte o la literatura para pocos" // entrevista del suple Fractura de la Agencia Paco Urondo.

Carlos A. Ricciardelli nació en la ciudad de Buenos Aires en 1973. Es docente y autor de varios libros de ficción, entre ellos:  Piedras contra un vidrio  (1998),  Las recónditas ganas de quedarme aquí  (2014),  Fiebre  (2020) y la antología de relatos prehistóricos  El quinto elemento  ( 2 016). Su último libro de relatos es  Rabia  (2022), de la colección Tinieblas de  Clara Beter ediciones .  Rabia  tiene 11 relatos breves y crueles con escenarios en la periferia de la ciudad: los alrededores del Riachuelo, los conventillos, el barrio de Pompeya, los pasillos de la villa, las canchitas. También hay un pueblo del norte en la montaña y la ciudad de Goya, en Corrientes, a orillas del Paraná. Los personajes en su mayoría viven en la marginalidad y hay uno recurrente, Martín Rilli, que también aparecía en el libro  Fiebre . El clima es muchas veces opresivo dado por las escenas de violencia, en esa “ciudad infernal de cuerpos dolidos”. Las imágenes y lo sensorial impregnan textos como “O

Poemas del desasosiego / palabras de la desesperación

  1 Bajo mi piel se acumulan los días malgastados, los días heroicos y aquellos pícaros que arrancan sonrisas y abren diálogos en las madrugadas. Bajo la piel se acumulan historias que van creciendo con los años. Se alimentan de nosotros, de nuestras entrañas como los parásitos de los sueños y crecen, crecen... ¿Sentís? ¿Escuchás? ¿Escuchás cómo raspan?   2      Era como las olas en verano, dijo mirándome a los ojos. Hizo una pausa, le dio un trago a su botella y continuó: La deseaba con intensidad, con la piel ardiente y la furia en los ojos. Después, vino el escozor, el asombro en la piel, las huellas de sal a lo largo del cuerpo. Casi, casi como en una larga jornada de amor.   3 Apenas pude mirarte a la cara y cuando le di otro trago a la botella buscando aflojar ese nudo que tenía en la garganta para intentar hablar, decirte algo, Martín apretó el acelerador. Quedé duro, viendo como te alejabas, clavada en la esquina en medio de la madrugada.