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Mostrando entradas de marzo, 2015

Escuchábamos rocanrrolles

Escuchábamos roncanrolles echados en el sillón así, tu cabeza sobre la mía. Aprovechaba a sentir tus olores, tus perfumes entre el pelo, tus olores en la piel. Escuchábamos rocanrrolles y nos pasábamos un mate caliente de anhelos y tibios de besos. Escuchábamos roncanrolles echados en el sillón, susurrabas temas de los redondos y jugábamos, otra vez, como en aquellos buenos tiempos, a descifrar las letras, a imaginar cual había sido el mensaje de aquellos años desangelados. Jugábamos a cazar el tiempo, a meterlo dentro de nosotros, a empujarlo con nuestras lenguas, a llenarnos de él. ¿Ves? Dijiste de golpe y te levantaste, para mí, que se lo estaban cogiendo… y echaste durante unos segundos los ojos hacia el techo, como si la música bajara del cielo. ¿Ves? Y ahora movías las manos, con las palmas hacia arriba, se lo estaban cogiendo, repetiste, ¡y estabas tan hermosa!   No lo había pensado, respondí, trayéndote hacia mí, hacia mis locas ganas de vos.    

A propósito de "Las recónditas ganas de quedarme aquí..." Por Alan E. Storino

El compás es la entidad métrica musical compuesta por varias unidades de tiempo (como la negra o la corchea) que se organizan en grupos, en los que se da una contraposición entre partes acentuadas y átonas1.  “Las recónditas ganas de quedarme aquí, nomás” es una obra escrita por Carlos Ricciardelli, escritor, maestro, profesor, padre de tres hijos, socialista, quemero, porteño,  muchacho de letras, historiografía y demás compases (o unidades de tiempo) que la contingencia  de vivir -o no morir según Derrida-  le va deparando a lo largo de su  existencia.   Página siete. Comienzo del viaje. Página en blanco y letra grandilocuente.  El autor juega con las ansiedades y arroja la primera piedra provocando estéticamente al potencial lector progresista (¿ergo ateo y pagano?) con una cita de Jesúcristo. “Ahora, en cambio, el que tenga dinero que lo traiga, y también provisiones, y el que no tenga espada, que venda su abrigo y se compre una”  Primer relato: El desvío   “Turbio fondeader