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Mostrando entradas de agosto, 2012

Rastros de Olduvai

Y entonces sólo hizo falta el viento. Una pequeña brisa convertida en soplo divino que arrastrara las cenizas de esta fogata inútil a la vera del río, al costado de tu cuerpo. Fue entonces cuando entendimos que la noche era otra, sin miedo y sin piedad, nos recorrió el espectro de aquellos simios antiguos -que la soberbia humana llamó prehistóricos- como si acaso vos y yo fuéramos historia, así, con mayúsculas. Y fuésemos otros, y quisiéramos extirparnos de nosotros mismos. Imposible. Los agujeros están ahí, y África está en nosotros. En la memoria del cuerpo, en la cadena multiplicada en el esperma de aquel simio. A pesar del tiempo, aún resisten en cada cuerpo, los rastros de Olduvai.