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Mostrando entradas de octubre, 2014

El cuerpo, otra vez

Los días habían transcurridos con una monotonía ostensible de calor y humedad creciente. Humedad que Martín creía anunciadora de lluvias y tormentas, de crecidas y camalotes con víboras en las márgenes del Paraná. Casi diez días calculaba Martín de su llegada a Goya, su encierro y lenta recuperación del cuerpo. No ha sido penoso – piensa, aunque sabe que falta todavía. Pero se siente con fuerzas y ánimo rejuvenecido. Ha salido a caminar por el vecindario durante las tardes. Llegó hasta el río una mañana rosada y creyó descubrir los saltos del dorado con vigorosidad envidiable. Ha podido tomar algunos mates en los últimos días y eso le dibujó una sonrisa casi completa ganándole terreno a la parálisis. De apoco, dejó de jugar con la pistola y se olvidó de los caracoles cuando abrió la ventana y dejó entrar al sol. Ordenó los libros y juntó los papeles que había comenzado a garabatear.  Se animó a salir cuando las vecinas charlaban en las tardecitas bajo a la sombra de los árb

El cuerpo

La parálisis izquierda me recorre parte del cuerpo; desde la cara hasta el brazo. Por momentos es un hormigueo irritante y otras tantas, como un calambre frío. No puedo matear. Parezco un idiota chorreándome y ando por hábito, por costumbre con el mate de un lado a otro, cambiando la yerba, calentando el agua.   Intento tomar. Tampoco puedo fumar. Pero eso es otra cosa, porque ando con el cigarro en la mano, lo enciendo y miro como el humo crece despacio. Es otra cosa. Llegamos a Goya luego de ir subiendo por el Uruguay intentando cruzar para el Brasil. Como la suerte se había vuelto esquiva nos internamos hacia el este buscando cierta calma, guarecernos de la tormenta que habíamos desatado. En eso estábamos cuando el accidente me tumbó del árbol. Desperté un par de horas más tarde sin comprender que había pasado.  Me encontraba en una salita de hospital con una enfermera que no dejaba de preguntarme cómo me sentía. Así estuve un par de días hasta que decidimos que no podía