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Mostrando entradas de mayo, 2017

En San Irineo

Siempre que salía de ahí, la noche se llenaba de luces. Cada vez que íbamos a su departamento de la calle San Irineo, Eva, desempolvaba sus polvitos mágicos y el tiempo se detenía. Le gustaba vestir soleros en primavera, dejaba sus hombros al aire y sumaba flores a las flores. Preparaba café y ponía una y otra vez el unplugged de Nirvana. Después me besaba y nos tumbábamos en su cama de una plaza que daba hacia un ventanal.  Ella me enseñó que el tejido con el que nos cubríamos después del amor se llamaba crochet y que el agua del Pacífico era más fría, pero igual de salada que nuestro sudor… 

Presente (fragmentos de una novela inconclusa)

La parálisis izquierda me recorre parte del cuerpo; desde la cara hasta el brazo. Por momentos es un hormigueo irritante y otras tantas, como un calambre frío. No puedo matear. Parezco un idiota chorreándome y ando por hábito, por costumbre con el mate de un lado a otro, cambiando la yerba, calentando el agua.  Intento tomar. Tampoco puedo fumar. Pero eso es otra cosa, porque ando con el cigarro en la mano, lo enciendo y miro como el humo crece despacio. Es otra cosa. Llegamos a Goya luego de ir subiendo por el Uruguay intentando cruzar para el Brasil. Como la suerte se había vuelto esquiva nos internamos hacia el este buscando cierta calma, guarecernos de la tormenta que habíamos desatado. En eso estábamos cuando el accidente me tumbó del árbol. Desperté un par de horas más tarde sin comprender que había pasado.  Me encontraba en una salita de hospital con una enfermera que no dejaba de preguntarme cómo me sentía. Así estuve un par de días hasta que decidimos que no podía seg