Ir al contenido principal

Gatos en la noche


Pudo ser la música.

Los acordes de una guitarra saliendo del televisor en medio de la noche o las cervezas que fuimos acumulando entre charlas y risas.

Un porro, tal vez.

Un brindis en copas nuevas.

Un vino espeso y rojo como la sangre.

Quizás, hayan sido los pasos de baile improvisados

o las ganas de llorar.

Quién sabe…

Porque sin darnos cuenta hicimos renacer el milagro de lo posible

en la mezcla de orígenes y devenires,

llenos de marcas y dolores.

Quién sabe…

Tal vez, fueron las bocas y los besos / mezclamos lágrimas y olores

durante todo un fin de semana.




¿Después?

Después,

fueron las flores del campo, silvestres y un viaje a Devoto; un libro, las lecturas en voz alta, un gallo en tu piel.

Fueron los gatos en tu cama,

la noche y las palabras,

un dibujo, una estrella roja

y la promesa

de una molotov en la piel.  

Comentarios

Entradas populares de este blog

"No me interesa el arte o la literatura para pocos" // entrevista del suple Fractura de la Agencia Paco Urondo.

Carlos A. Ricciardelli nació en la ciudad de Buenos Aires en 1973. Es docente y autor de varios libros de ficción, entre ellos:  Piedras contra un vidrio  (1998),  Las recónditas ganas de quedarme aquí  (2014),  Fiebre  (2020) y la antología de relatos prehistóricos  El quinto elemento  ( 2 016). Su último libro de relatos es  Rabia  (2022), de la colección Tinieblas de  Clara Beter ediciones .  Rabia  tiene 11 relatos breves y crueles con escenarios en la periferia de la ciudad: los alrededores del Riachuelo, los conventillos, el barrio de Pompeya, los pasillos de la villa, las canchitas. También hay un pueblo del norte en la montaña y la ciudad de Goya, en Corrientes, a orillas del Paraná. Los personajes en su mayoría viven en la marginalidad y hay uno recurrente, Martín Rilli, que también aparecía en el libro  Fiebre . El clima es muchas veces opresivo dado por las escenas de violencia, en esa “ciudad infernal de cuerpos dolidos”. Las imágenes y lo sensorial impregnan textos como “O

Tiempos de perros

¿Nunca una novia, nunca una amiga? dijo Don Braulio con una sonrisa. Siempre solo… No es bueno trabajar tanto, continuó ante el silencio de Tadeo que no supo que responder. El joven estaba incómodo y sorprendido. El viejo percibió el malestar, la incomodidad que había generado y cambió de tema. Espéreme un minuto. No se vaya que le compré algo le dijo palmeándole el hombro. Tadeo sonrió y metió las manos en los bolsillos del pantalón. Esperó. Acá le traje. No es mucho pero bueno, es por la paciencia que me tiene. No es nada, Don. No se preocupe, agradeció Tadeo y se despidió con otra sonrisa. Tadeo no hablaba mucho. Apenas saludaba a los vecinos y parecía siempre ensimismado. No sabíamos mucho de él: salía temprano, antes del amanecer y regresaba pasado el mediodía. Algunas tardes lo vimos salir a hacer las compras. Con el único que se paraba a conversar era con el viejo de la esquina y luego, enseguida a su casa. Cuando llegó el sábado, alrededor del mediodía, el calor era in

La mujer del gato

El siguiente texto pertenece al libro Las recónditas ganas de quedarme aquí...   publicado por Publicaciones del sur en 2014. Es, uno de los cuentos más viejos que escribí. Su origen data de fines del siglo pasado, invierno de 1999.   La mujer del gato Un llamado; apenas unas pocas y certeras palabras alcanzaron para derribar la frágil seguridad construida en los últimos meses. No respondió, no pudo, y tampoco la dejaron. Las filosas palabras fueron penetrando una tras otra, con lentitud y calma, hasta devorarla de miedo. No esperó a las primeras luces. La historia volvía, otra vez, al punto de partida, como si fuese un infinito disco rayado. De sus pertenencias –algunas pocas ropas y un par de libros robados a lo largo de su pequeña vida– agarró sólo un bolso y el gato. Un viejo animal que llamó Edgardo y rescató de los siempre crueles juegos infantiles. Dejó el hotel en silencio, y algo de plata sobre la cama. Encendió su primer cigarrillo en semanas y llenó sus p