La construcción de un relato ficcional es comparable a la labor de un artesano. Su paciencia y esfuerzo durante el tiempo de trabajo producen efectos duraderos. (...) Los textos revelan una porción del universo que tienen su propio sentido; muestran una situación, un lugar, unos personajes que merecen ser destacados allí porque son sorprendentes, insólitos o todo lo contrario: son tan típicos que ponen en evidencia rasgos de la naturaleza humana o desnudan conductas sociales.
En sus comienzos las formas breves se desprendieron de narraciones extensas. Así se pueden rastrear algunos microrrelatos en los clásicos griegos: Homero contó episodios protagonizados por Ulises que se divulgaron luego de manera autónoma. Después, los cantares de gesta y las novelas de caballerías relataron aventuras de sus héroes que los trovadores y juglares cantaban en plazas y tabernas. Así surgieron los romances que referían a un suceso que en pocos versos eran fáciles de memorizar. Todos estos relatos sobrevivieron a través del tiempo y hacia comienzos del siglo XX, las vanguardias europeas retomaron y reformularon la idea del texto brevísimo.
Es así como llega hasta nuestros días cada vez más autores dedicados a este género literario.
(Extraído del Póslogo LyC de En frasco chico. Antología de microrrelatos. Ediciones Colihue. Bs As. 2013.)
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