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El Indio y la libertad, mensaje en una botella

 


Anoche estuve algo más tres horas pegado a la computadora, metiendo códigos y actualizando una y otra vez las páginas… No soy una persona ducha en las nuevas tecnologías y para mí no dejan de ser una herramienta. Por lo tanto, me privo de muchas cosas y me salvo de muchas más. Finalmente y entre bromas y burlas de mis hijos ante mi ansiedad, desconcierto y miedo de hacer algo mal y no poder ver al Indio –porque como muchos de los grandes que estábamos frente a la pantalla anhelábamos con profundo amor su presencia y conjuramos contra el avance de la enfermedad- sabíamos porque él nos enseñó que “todo es edición” y sin embargo queríamos verlo, escucharlo. Finalmente y luego de repetir en la virtualidad los desbordes y apretujamientos de toda marea ricotera aparecieron Los fundamentalistas y dieron un show impecable. Mucho mejor que el streaming anterior y se hizo el pequeño milagro, “el detalle de hoy”. Apareció, con la elegancia rocker de siempre. Único, infinito. Tuve que disimular las lágrimas al escuchar el segundo tema nuevo y pensé en Fidel y enseguida en Diego y comencé a sentirme más huérfano.

Los años pasan y las batallas se vuelven más duras. Más crueles… Y ante la partida de los más grandes sobreviene el sacudón cuya resonancia perdura… Y para colmo la pandemia...

La pandemia y los miserables del capital que desde las sombras de las infinitas redes agitan y manejan cuan expertos titiriteros miedos, angustias, envidias y odios… Agitan una confusión que siempre decanta para el mismo lado mientras aumentan sus ganancias: egoísmo y falta de empatía. Los miserables hablan de libertad. Seduce la palabra libertad. Es una de las ideas más hermosas que tenemos los humanos y una utopía a alcanzar. Pero también –como las nuevas y viejas tecnologías- la libertad es una herramienta, un instrumento… Y como toda herramienta la podemos usar para construir o destruir.

Hace muchos años, cuando el existencialismo invadía las academias y tabernas del mundo occidental, Sartre sostuvo que estábamos condenados a la libertad. Que en toda situación, cualquiera sea, los humanos tendremos siempre la opción de elegir, la libertad de elegir. Y hoy, como siempre, tenemos que elegir y esa elección –como toda elección- conlleva un costo.

Las bellísimas imágenes sobre las ruinas de Epecuén y la gracia infinita del Artista me llevaron por estos lugares en donde los administradores de la muerte nos hablan de libertad y donde nunca fue tan cierto que si no hay amor, mejor que no haya nada como que el tonto nunca puede oler al Diablo, ni aunque cague en su nariz.

Posdata: como soy hijo de mi tiempo, aclaro –por las dudas a algún desprevenido- que éstas líneas están escritas en medio de un capitalismo brutal y embrutecedor que nos lleva a la barbarie y destrucción.

Comentarios

  1. Con pinturas de guerra volveré a dar batalla. Si la adversidad triunfa, dolerá porque fui feliz.

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