Día 5. Me ha llamado mi amigo el periodista y
escritor, Martín Rilli.
Me dice que apenas ha podido asomarse a la calle y
ha visto como el desierto ha llegado a la ciudad.
Los pájaros se han quedado con todo, dice.
Tardo unos instantes en reaccionar y cuelgo. Respiro
y pienso en mis hijos.
Tomo mis recaudos y abro la puerta. Miro hacia ambos
lados y salgo a la calle.
Camino en zigzag bajo la tibieza de un sol de otoño
que aparece llamativamente más limpio. Evito las postas militares que exigen
papeles y documentos imposibles de tener. Sólo se escucha un zumbido lejano y
cierto eco de mis zapatos en la calle.
Miro a cada lado. Está todo vacío, desierto. Apenas
un par de perros que husmean en una esquina pedazos desgarrados de una bolsa de
basura. Ahora, bien a lo lejos, como si viniera del otro lado, escucho una
sirena.
Rilli tiene razón. Los pájaros se quedaron con todo.
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