Rocío tiene la frescura de su primer nombre, y la fuerza del
segundo: Eva.
Todas las mañanas se despierta con alguna pregunta/ ¿dormiste
bien?/¿dónde fuiste?/ y siempre aparece enredada en sus rulos.
A veces la veo espiar desde su cama. Se tapa toda bajo las
sábanas y de a poquito va asomando su curiosidad por el mundo. Se queda en
silencio… mirando.
/¿Qué verá desde sus tres años?/
Yo la veo a ella, y a su mamá, y a sus abuelas.
A veces habla de noche, y mueve las manos, se acomoda los
rulos y gesticula.
Yo sé que Rocío viaja cuando no la veo.
/¿Te bañaste?/ me pregunta siempre cuando vuelve de una
siesta.
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