Cuando lo vio llegar una
equívoca sensación de alegría y nervios le recorrió el cuerpo. Se mordió el
labio confirmando la certeza del dato que la había llevado hasta allí, a esa
hora de la noche y se dispuso a observar. Disimuló la ansiedad entre las páginas
de un libro grueso y unos papeles que comenzó a garabatear. Él pasó a su lado
con una carpeta y dos libros que había bajado de uno de los anaqueles en la
parte de historia. Lo miró sentarse y disponer los libros a un costado, hojear
el tomo más grande y sacar unas hojas de la carpeta. Abrió una cartuchera en
forma de sobre y extrajo algunas lapiceras de color y un lápiz negro. Cuando él
levantó la vista se encontró con la mirada de ella, le sonrió. Se ruborizó y
disimuló su vergüenza hundiéndose en la lectura. El se paró y fue en busca de
otros dos libros. No había nadie a esas horas en la biblioteca.
¿Nunca una novia, nunca una amiga? dijo Don Braulio con una sonrisa. Siempre solo… No es bueno trabajar tanto, continuó ante el silencio de Tadeo que no supo que responder. El joven estaba incómodo y sorprendido. El viejo percibió el malestar, la incomodidad que había generado y cambió de tema. Espéreme un minuto. No se vaya que le compré algo le dijo palmeándole el hombro. Tadeo sonrió y metió las manos en los bolsillos del pantalón. Esperó. Acá le traje. No es mucho pero bueno, es por la paciencia que me tiene. No es nada, Don. No se preocupe, agradeció Tadeo y se despidió con otra sonrisa. Tadeo no hablaba mucho. Apenas saludaba a los vecinos y parecía siempre ensimismado. No sabíamos mucho de él: salía temprano, antes del amanecer y regresaba pasado el mediodía. Algunas tardes lo vimos salir a hacer las compras. Con el único que se paraba a conversar era con el viejo de la esquina y luego, enseguida a su casa. Cuando llegó el sábado, alrededor del mediodía, el calor era in
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