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blues


           
        Siempre habrá historias tristes. Tan tristes como la agonía de este mundo.


            Y ésta es la historia de un hombre que como tantos otros, soñó en un verano que todo le era posible. Fue por aquel entonces cuando tuvo un sueño cifrado, premonitorio, que lo llevó a juntar todas sus pertenencias y cambiarlas en un local del Once. Después se trepó a un micro en Retiro con dos bolsones enormes y viajó a la costa de un verano incipiente. Vendió todosOnOO los barriletes made in China en un fin de semana febril y llenó el cielo de San Bernardo con peces multicolores. Juntó un ladrillo húmedo y macizo, envidia de muchos, casi de un kilo y medio, y los cambió por varios de cien y cincuenta; dejó algunos de cambio. Un viento enorme lo empujó por la costa, y lo interpretó como una buena señal: brindó en la playa con la de bikini verde, la convenció en una noche y se fueron a Brasil.


            
Tres días con sus noches ardientes tardaron, corriendo en la arena, llenándose de vodka y mar. Al cuarto día lo abandonó la suerte y la rubia, cuando el Casino le arrebató la agonía del final.

Volvió pocas semanas después, arrastrado por las postas interminables de camiones que regresaban del norte Curitiba-Brasil, bajando por el Paraguay. Y ahora se lo ve distinto, cambiado, caminando las playas y vendiendo chupetines. Vestido de Mickey Mousse.





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