El ruido del agua en la ducha no lo dejaba escuchar
bien. Monopolio, poder… algunas
palabras sueltas alcanzaban a escaparse del cuarto de baño y llegar hasta Martín
que esperaba recostado en un sillón de cuero negro. El living era pequeño y
estaba pegado al baño. La puerta de la cocina abierta y por allí se escapaban
los ruidos del viejo calefón.
¿Me
escuchaste? ¿Qué pensás? Escuchó con más claridad y alcanzó
a ver la cabeza de Malena envuelta en un toallón blanco asomando por la puerta
entreabierta del baño.No, no mucho… titubeó Martín y se acomodó en el sillón sintiéndose sorprendido por su aparición repentina y por la forma. No, discúlpame, no escuché bien por el agua, el ruido del calefón…
Bueno,
dijo Malena y abrió más la puerta. Se la veía casi por completo como se secaba
el pelo. Tenía otro toallón blanco atado al cuerpo por debajo de los hombros que
le llegaba hasta las rodillas. Una nube de vapor salió del baño acompañando un
vaho de hierbas y frutas silvestres.
Te
decía que la concentración monopólica crea
la centralización de la propaganda y los monopolios, con la propaganda,
apuntan a las masas… Eso sigue siendo igual por más internet y poder de
navegación que tengas…
Bueno…
intentó comentar Martín mientras se acomodaba en el sillón sin dejar de
mirarla.
Imaginate,
continuó Malena, sin tregua, lo complejo
del mundo y la infinidad de propagandas emitidas todo el día por diferentes
medios… ¿Me alcanzás la musculosa?
Martín estaba absorto y no escuchó.
¿Me
alcanzás la musculosa? Repitió ella.
Sí,
¿dónde está?
Ahí,
a tu lado. Malena estiró medio cuerpo fuera del baño y agarró
la musculosa.
Es
muy linda, pensó.
Pero
no me prestás atención, lo retó desde un rincón.“Un punto ciego del baño” pensó Martin. ¿Me escuchás?
Estoy
pensando, respondió algo sobresaltado, confundido.
Malena se asomó a la puerta con la musculosa a medio
poner, sin deslizarla hasta abajo, dejando su ombligo y el piercing al aire. ¿Qué estás pensando?, preguntó mientras
con ambas manos se frotaba el pelo y torcía levemente la cabeza a un lado y a
otro.
Estoy
pensando, le respondió Martin llevándose una mano a la
frente, estoy pensando… sí… creo que
estoy pensando… Y repitió la frase un par de veces, casi como un mantra.
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