“Si la América del Norte hubiera
aceptado la dispersión de sus fragmentos para formar repúblicas independientes,
si Georgia, Maryland, Rhode Island, Nueva York, Nueva Jersey y los restantes
estados se hubieran erigidos en naciones autónomas, ¿comprobaríamos acaso el
progreso increíble que es lo distintivo de los yanquis?
La expansión va perdiendo su viejo carácter
militar. Las naciones que quieren superar a otras envían hoy a la comarca
codiciada sus soldados en forma de mercancías. Conquistan por la exportación.
Subyugan por los capitales. Y la pólvora más eficaz parecen ser los productos
de toda especie que los pueblos en pleno progreso desparraman sobre los otros,
imponiendo el vasallaje del consumo. México ha perdido varias provincias. Cuba
se ahoga bajo un protectorado doloroso. Las aduanas de Santo Domingo no
existen. El canal absorbe a la América Central. El dinero estrangula a las
repúblicas más pequeñas. Y nadie sabe ante que río o montaña se detendrá el
avance del país cuya población creciente exige una expansión indefinida.”
Manuel Ugarte,
El porvenir de la América española, 1910.
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