La Puna es un desierto duro, con algunos cursos de agua en los veranos; en el resto del año esos regueros son rastros secos como estelas geológicas.
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Los hombres de la Puna son viajeros sedentarios; sus desplazamientos, por lo general, son para vender o para comprar cosas a veces insignificantes.
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Estas tierras lijadas por los vientos y la sal fueron, sin embargo, en los tórridos días y en las noches heladas, el escenario de paso de séquitos imperiales, de zaparrastrosas tropas guerreras, conquistadores extraviados y locos detrás de equívocas quimeras...
del prólogo a su último libro, Memorial de la Puna
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