(...) Desperté de pronto con un fuerte ataque de tos.
No podía respirar, me asfixiaba. Manoteé el aire con los ojos entrecerrados y cientos de globos azules comenzaron a agitarse sobre mi. el susto me invadió y quedé paralizada sintiendo caer las tibu¿ias esferas azules sobre mi cuerpo, cubriendo las sábanas, deslizandose al piso.
Quise moverme, sacudirlas y no pude. Una extraña rigidez había capturado todos mis movimientos, sólo alcanzaba a revolear la mirada que iba cegándose lentamente.
Intenté soplar y no pude. Apenas escuchaba el suave rasguño de mis pestañas sobre la tirantés del látex y mi respiración en aumento.
Cientos de globos caían sobre mi. El brillo azul fue oscureciéndose hasta cubrirme por completo y presionar sobre mis pupilas abiertas en busca de luz. (...)
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