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Fuego.

No fuimos donde el Santo. Y eso que te dije que fuéramos, como hacemos siempre que tenemos un trabajo: primero vemos al Santo. Teníamos que haber ido a dejarle un plomo y la cerveza. Un plomo para que quede ahí, con él y que no vuelva. Y no fuimos. No importa. Ya está. Ya está.

Había que correr y corrimos. Corrimos con toda nuestra fuerza y logramos zafar por detrás de la canchita del Ruso. ¿O no fue así Uriel? ¿Entonces?  Saltamos el alambrado y desaparecimos. Había que correr porque a esa altura no quedaba otra y no me vengan con boludeces ni delirios de superhéroes. Porque cuando hubo que plantarse, nos plantamos y al puto ese, se la dimos. El trabajo, el ajuste de cuentas ya estaba hecho y el perro hijo de puta del Rolo tenía los dos brazos rotos. Y gritaba. Y aullaba como un perro. Como el maldito perro que es. Gritaba tanto que se despertó media manzana y esa es la peor manzana. La peor para nosotros.



¿Y qué me van a decir? ¿Qué esa fue la cagada? ¿Porque lo dejamos vivo o por qué no fuimos con el Santo?

Ahora eso no sirve de nada. Ya está.

Por suerte nos queda una bolsa de la más rica de todo el bajo y más de cincuenta balas. Hambre no vamos a tener. Y de acá, no nos van a sacar. La idea la tenemos clara: vamos a aguantar hasta bien tarde y cuando esté todo el silencio abrazando el barrio buscamos el momento exacto y rajamos. Ahí, sobre la avenida nos espera una camioneta que consiguió el papá de Uriel. Eso arregló el Uriel hace un rato, por teléfono.

Ahí está el otro, rabioso. No entiende que ya está, qué es inútil pensar por qué lo dejamos gritar. ¡Por joder lo dejamos gritar! Porque era divertido ver al puto ese, a los gritos revolcándose por el suelo. Por eso fue.

Es buena la porquería esta. ¡Muy buena! Me gusta sentir como crece el subidón… ¡huau! Ahora sí. Es otra cosa. ¡Huuu! Pero tenemos que estar atentos. Muy atentos porque están afuera. Por todos lados y los escucho. Los escucho moverse como ratas en la basura. Los escucho. No hagamos ruido. Hay que escuchar. Escuchar todo.

Silencio.

Tenemos que estar en silencio durante un tiempo.

¿Escuchás Uriel? ¿Escuchás?  Están ahí, afuera. Tirale, tirale. ¡Ahí! Eso, eso. Manga de cagones. ¿Van a venir? Bueno, vengan.

En el techo. ¿Escucharon? Ahí, en el techo. ¡Están en el techo! ¿Cuántos son nene? ¿Muchos decís? Vamos a tirarle. Dale, dale. Fijate ahí Uriel que hay olor. Fijate que parece humo, detrás de los muebles esos. Yo los aguanto desde acá. Pero, ¡fijate ahí! Prendieron fuego.

¡Prendieron fuego los hijos de puta! Hay que salir. Dale nene, dale. Tenemos que salir. Cuidado ahí que también hay humo. Está todo caliente la puta madre. La puerta no abre. ¡La puta madre! Hay fuego. Hay fuego, mucho fuego.

      

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