PALOMAS El sol entraba oblicuo por la ventana, cuando el hombre calentaba, al fuego de una vieja y destartalada cocina, el agua para el mate. Paseó, sin intención, la vista por sobre los techos de lata y pensó en la miseria del barrio. Acomodó la yerba en la calabaza y echó un primer y humeante chorro de agua. Ahí hundió la bombilla cuando unos ruidos le llamaron la atención. Despreocupado se asomó por la ventana y observó como decenas de palomas se apiñaban sobre unos trozos de pan. Otra vez la vieja del séptimo, pensó y volvió su atención al mate y al agua. Se cebó y tomó un primer mate mientras se entretenía mirando comer y pelear a dos grandes palomas. Hacía varios meses que vivía en ese departamento y nunca, salvo cuando Facundo corría hacia el balcón señalando las palomas al grito de ¡uh! ¡uh! Y él, su padre, corría a atajarlo antes de llegar a la puerta, les había prestado demasiado tiempo. Las palomas, que habían terminado con las migas de pan, caminaban en círculos picoteando ...
Bitácora de Carlos A. Ricciardelli // palabras/imágenes/arte -desde este lado del mundo.