Ir al contenido principal

Búfalos




Soñaban las mismas historias a miles de kilómetros de distancia. Una en un pueblo de Nebraska y el otro, acá, en Buenos Aires.

Hermosas bestias cruzando doradas praderas, sudorosas bajo el sol del verano, en busca de un arroyo o una vega suave como el atardecer, en donde detenerse.

Soñaban lo mismo en cada enero o febrero, o en junio y septiembre. Soñaban con hileras irregulares de bestias sudorosas, caminantes bajo el sol y despertaban sedientos. Agónicos de sed.

Quizás el tiempo, el azar y un congreso de varios días en México los juntó. Compartieron algunas exposiciones, tragos y aplausos. Allí, cruzaron sus miradas y algunas sonrisas. A la madrugada del segundo día se buscaron por el hotel. Ella, de Nebraska y él, de Buenos Aires. Y cuando clareaba el día finalmente se durmieron y soñaron –otra vez- la misma y diferente historia.

Ansiosas y vitales, las manadas de búfalos llegaban al río y saciaban su sed.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Heráclito de Efeso

Heráclito de Éfeso Jorge Luís Borges Heráclito camina por la tarde De Éfeso. La tarde lo ha dejado, Sin que su voluntad lo decidiera, En el margen de un río silencioso Cuyo destino y cuyo nombre ignora, Hay un Jano de piedra y unos álamos. Se mira en el espejo fugitivo Y descubre y trabaja la sentencia Que las generaciones de los hombres No dejarán caer. Su voz declara: “Nadie baja dos veces a las aguas Del mismo río” . Se detiene. Siente Con el asombro de un horror sagrado Que él también es un río y una fuga. Quiere recuperar esa mañana Y su noche y la víspera. No puede. Repite la sentencia. La ve impresa En futuros y claros caracteres En una página de Burnet. Heráclito no sabe griego. Jano, Dios de las puertas, es un dios latino. Heráclito no tiene ayer ni ahora. Es un mero artificio que ha soñado Un hombre gris a orillas del Red Cedar, Un hombre que entreteje endecasílabos Para no pensar tanto en Buenos Aires Y en los rostro...

Luz de luna

  No llorés Colo, no llorés. Perdoná. No te pongas así. Dale, volvamos a casa.   *** Pasamos la tarde en la casa de Jhony hasta que llegó la noche. Boludeamos escuchando cumbia y mirando cosas en el celular. Video que manda los pibes cuando están con alguna guacha ahí. Y miramos un rato y bueno como habíamos tomado unas cervezas y las guachitas de los videos no se comían una y le daban lindo, nos fuimos calentando. ¡Ufff! Ahora vengo, dijo el Jhony y encaró para afuera, para el lado de las chapas donde está el baño.  No puedo más, le dije al Colo y ahí nomás me la empecé a manotear. ¿Qué hacé? ¿No ves? ¿O me querés ayudar? Nos reímos un rato pero después todo se puso tenso. Rojo se puso todo y en una le agarré la mano al Colo y me la llevé a la poronga. Le sonreí y el Colo empezó. Empezó. Empezó y no paramos. Después se puso a temblar y salió corriendo.   Le grité. Lo llamé y lo llamé pero no paraba de correr. Lo corrí una o dos cuadra bajo el chorro blanco de l...

Ranchada