Estábamos en silencio sintiendo el aire del parque y las voces de los niños en los juegos. Las risas estridentes y algún que otro reto enarbolado en alguna madre tratando de ordenar los siempre inquietos deseos de la edad. Cerré un rato los ojos y cuando me concentraba en la respiración lo escuché.
Facu
canta tangos…
¿Cómo? Alcance a murmurar algo distraída en
los colores cambiantes de la tarde, en la respiración.
Que
Facu está cantando tangos. El otro día lo escuché cuando salió de la ducha. Me
acerqué despacio y lo vi. Cantaba tangos mientras colgaba la ropa en la soga
del patio descubierto.
Facu
canta tangos, repitió en un tono más bajo, pensativo. Recién tiene 20 años…
murmuró, mientras desviaba la vista como buscando algo perdido en el aire del
pasado, en las hojas que amarilleaban tempraneras al otoño. Y estaba lindo, su
barba de varios días y el pelo algo revuelto como cuando se mete en un libro o
garabatea papeles durante días en busca de un cuento.
Facu
canta tangos, repitió y dibujó una amplia sonrisa.
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