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Jorobados

Al maestro
Roberto Arlt




Hace más de cuatro horas que andamos dando vueltas y no encontramos nada. No hay nada. Se está poniendo feo y seguimos así, dando vueltas. Fuimos y venimos un par de veces hasta la canchita y nada. Rastrillamos todo. Estaban los pibes jugando, los más grandes, pero no encontramos. Ahora se está levantando un viento bárbaro. Hace frío y yo estoy con este buzo…  Está el Jhony también, el Paragua y Uriel. Los mismos de siempre. Al Jhony lo conozco desde el jardín, después estuvimos en la 14 hasta que lo echaron por bardero… El paragua vino después, cuando fuimos al Emem y vino de Paraguay. Hicimos mucha cosa juntos, nos cagábamos de risa siempre… hasta que el papá se rajó. Después, el Paragua empezó a reírse cada vez menos… y ahora se pasa los días enojado. Andamos acá, dando estas vueltas. Gastamos el último fasito que pegamos en Pompeya después de reventar unas zapatillas la otra noche y ahora andamos con las manos vacías, metiendo y sacando las manos del pantalón. Vamos a gastar la zapatilla, a hacer una zanja en la tierra. Va a ser cómico, una zanjita por todo el barrio.

Uriel es primo del Jhony. Está haciendo frío y esas nubes cada vez más negras ahí… No sé qué vamos a hacer. Ya buscamos por todos lados, en los tachos de la esquina, en todos lados. Ni una botella, ni un cartón para vender.

Ya me está doliendo todo, las tripas, todo, parece como un apretón que te agarra fuerte, fuerte desde adentro y no te suelta. El Jhony empezó a moquear y dice que si no conseguimos algo va a ir donde el Gordo. Le decimos que no, que con el Gordo no, que  tenemos que aguantar.  El Paragua dice que vayamos para la parroquia que algo nos van a dar o que volvamos al comedor y pidamos ahí, aunque nos vuelvan a decir que no, que insistamos.

A mí me duele mucho la panza y la cabeza. Pero no digo nada. Me sale abrazar al Jhony y le hago algún chiste para que deje de moquear. Se ríe. Bah… parece, hace fuerza para reírse…

Seguimos caminando y justo cuando íbamos para la parroquia nos cruzamos con el Gordo. El hijo de puta se paró en la esquina a mirarnos, a hacernos gestos. Ponía cara… nosotros ni pelota. Seguimos un poco más apurados, pero seguimos. El Jhony volvió a decir que teníamos que ir con él, volvió a insistir. Dijo que teníamos que hacer lo que el Gordo quería… No le respondimos.

Seguimos andando un rato más en silencio, mirando el piso hasta que el Jhony no pudo más y se largó a llorar.

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