No conozco su nombre, mucho menos su cara. Sólo muestra su cabeza, o una parte de
ella cada mañana con las primeras luces del día.

Apenas comienza a clarear un bulto amarillo se asoma por la medianera. Una calva lustrosa a veces y otras, cubierta por una gorra de esas que están tan de modas se pasea de un lado a otro. Se mueve en torno a un árbol que hay en esa parte del baldío. Se estira y con un palo busca cosas entre las hojas. Agita las ramas un poco y se desprenden hojas y algunos bichos. Una vez se cayó un gato que pegó un grito de aquellos. Agita el árbol mientras murmura cosas. A veces parecen insultos, pero no alcanzo a distinguirlos. Trabaja un buen rato hasta que algo cae. Lo sé, porque escucho el ruido pegado a la pared. Un sonido seco, acompañado de un débil quejido. Entonces deja el palo y su la cabeza desaparece hasta el día siguiente.
Una vez me trepé justo después de haber escuchado el ruido,
pero solo vi un bulto humano envuelto en trapos, digo humano porque no pude
distinguir si era hombre o mujer, pelado que agarraba algo del piso y lo
escondía entre sus ropas. Apuró el paso hasta ese lugar que usa como casa.
Mientras se iba alcancé a escuchar un “Gracias”.
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