No aprenden, dice el mozo. Estos sí que no aprenden, repite mientras menea la cabeza y cierra con fastidio la puerta del bar. Una mancha oscura, deforme se mueve desde la avenida. Un amontonamiento de cucarachas excitadas, como si estuvieran reventándoles el nido, se mueve de un lado a otro de la calle. Hace calor. Ahí va, van de nuevo, murmura el hombre. Y cómo no van a ir sí éstos no aprenden más. Corre tomando impulso, tuerce el cuerpo, gira y construye una parábola con su brazo derecho. El izquierdo va hacia adelante, señalando el futuro. Y ahí va, van de nuevo, van juntos. Son acaso una docena o un poco más en medio del sol y la espesura sofocante de la tarde. Van y luego, con los cuerpos agachados por el impulso y la descarga, retroceden mientras otros, algo más de veinte, los reemplazan. El sudor crece desde la remera, los músculos se tensan, el corazón se acelera y van de nuevo. Ahora se escuchan detonaciones. Una, dos y de golpe se vuelven incontables y...
Bitácora de Carlos A. Ricciardelli // palabras/imágenes/arte -desde este lado del mundo.