Recuerdo, pequeño ratoncito de biblioteca, aquella
tarde de invierno en donde te sorprendí hundiendo tu linda naricita entre las páginas ilustrada de un viejo Quijote. No leías con devoción –aunque lo hacías
a menudo- no; te tomabas toda la merca que había traído para nosotros. Sí,
ratoncito mío, toda. Y el problema, no fue justamente que no te hayas acordado de mí, sino que mientras entraba al
cuarto con una botella de vino y te encontraba tan ensimismado en la tarea,
detrás de ti se paseaba la putita de Angelina completamente desnuda...
Llueve en mi barrio y las aguas que bajan por zanjas arrastran papeles, un cuaderno de tapas verdes, paraguas rotos, los goles del domingo y algún beso que el viento tumbó en su viaje. Llueve en Parque Patricios y el agua penetra en las grietas y llega hasta el alma. Llueve en el barrio. Llueve en el mundo. La tormenta sacude los árboles y a las canciones que suenan en los teléfonos. Llueve en mi barrio, en Donbáss y en Palestina. Llueve, y los chicos sin nada se llenan de hambre, se llenan de agua. ¿Serán las gotas, las lágrimas, la sal? Llueve en mi barrio que es decir llueve en el mundo. El agua se arremolina con furia, entre los adoquines, veo un puño que sube, que sale del barro y crece desde la zanja y los barros de la Semana Trágica y crece. Hay mil fantasmas que recorren/caminan mi barrio. Don Miguel apurado y Carmelo, pasa Antonia, la Teresa y Bartolo… los pibes de las ranas cazando ...
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