Los días habían transcurridos con una monotonía ostensible de calor y humedad creciente. Humedad que Martín creía anunciadora de lluvias y tormentas, de crecidas y camalotes con víboras en las márgenes del Paraná. Casi diez días calculaba Martín de su llegada a Goya, su encierro y lenta recuperación del cuerpo. No ha sido penoso – piensa, aunque sabe que falta todavía. Pero se siente con fuerzas y ánimo rejuvenecido. Ha salido a caminar por el vecindario durante las tardes. Llegó hasta el río una mañana rosada y creyó descubrir los saltos del dorado con vigorosidad envidiable. Ha podido tomar algunos mates en los últimos días y eso le dibujó una sonrisa casi completa ganándole terreno a la parálisis. De apoco, dejó de jugar con la pistola y se olvidó de los caracoles cuando abrió la ventana y dejó entrar al sol. Ordenó los libros y juntó los papeles que había comenzado a garabatear. Se animó a salir cuando las vecinas charlaban en las tardecitas bajo a la sombra de los...
Bitácora de Carlos A. Ricciardelli // palabras/imágenes/arte -desde este lado del mundo.