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Un baión para este idiota



Pituca sabe que es el mejor
el mejor culo para ese sillón
(usa sal de melodrama y se la cree)
Y sabe bien que hoy su chance es corta!

 El celular no paraba de sonar y ya sin fuerzas para seguir peleando, lo apagó.

Se dejó caer sobre el sillón y acabó con el cuarto vaso de whisky. Y justo, cuando el calor que subía del pecho lo abrazaba en una dulce y lenta borrachera, escuchó los golpes en la puerta. Alzó levemente la cabeza, levantando el mentón que insistía en doblarse perezoso sobre el tórax y miró en dirección a la calle. Los golpes se repitieron dos veces más, metálicos, de llaves contra un vidrio. Abrime, Martín… es por la nena, abrime que esta con fiebre. Volvió a cabecear y creyó dormirse hasta que los golpes lo despertaron definitivamente. Una fuerza extraña ayudó a levantarlo y lo guió hasta la puerta. Caminó por el zaguán tropezándose con las macetas y las muñecas que habían quedado en el piso. Eva había estado con él, jugando toda la tarde. Y ahora, la mujer que se llamaba Madre golpeaba la puerta. El ruido de un auto en marcha crecía ante sus pasos.

Abrió la puerta en el tercer intento y Madre entró, se cruzaron las miradas unos segundos hasta que la mujer desapareció rumbo al interior de la casa. Martín se recostó contra la humedad de la pared y cerró los ojos; respiró un par de veces y esperó. El paso raudo de la mujer -que supo ser tan hembra, tan puta, tan linda -llena de bolsos con trapos y ropas lo atropelló en su partida.

Escuchó unas puertas de auto abrir y cerrarse en la noche. Un motor en marcha, y la aceleración languideciendo en la madrugada.

Después, recordó unos versos de Juan. Sintió un viento frío barriendo la ciudad.

 

  

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