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El Tiempo...

(Buenos Aires, fin de año; a punto de llover)
En un mundo donde no se puede medir el tiempo, no hay relojes, ni calendarios, ni citas definidas. Son los acontecimientos los que desencadenan otros acontecimientos, no la hora. Se empieza a edificar la casa cuando la piedra y la madera llegan al lugar de la construcción. La cantera de piedra comienza a entregar la piedra cuando el picapedrero necesita dinero… Hace mucho, antes del Gran Reloj, los cambios en los cuerpos celestes median el tiempo: el lento paso de las estrellas a través del cielo nocturno, el arco del Sol y la variación de la luz, la Luna creciente y menguante, las mareas, las estaciones. El tiempo también se medía por medio de los latidos del corazón, los ritmos de la somnolencia y el sueño, la recurrencia del hambre, los ciclos menstruales de las mujeres y la duración de la soledad.

Alan Lightman,
Los sueños de Einstein

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  Llueve en mi barrio y las aguas que bajan por zanjas arrastran papeles,   un cuaderno de tapas verdes, paraguas rotos, los goles del domingo y algún beso que el viento tumbó en su viaje. Llueve en Parque Patricios y el agua penetra en las grietas y llega hasta el alma. Llueve en el barrio. Llueve en el mundo. La tormenta sacude los árboles y a   las canciones que suenan en los teléfonos. Llueve en mi barrio, en Donbáss   y en Palestina. Llueve, y los chicos sin nada se llenan de hambre, se llenan de agua. ¿Serán las gotas, las lágrimas, la sal? Llueve en mi barrio que es decir llueve en el mundo. El agua se arremolina con furia, entre los adoquines,   veo un puño que sube, que sale del barro y crece desde la zanja y los barros de la Semana Trágica y crece. Hay mil fantasmas que recorren/caminan mi barrio. Don Miguel apurado y Carmelo, pasa Antonia, la Teresa y Bartolo… los pibes de las ranas cazando ...

Heráclito de Efeso

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