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A doscientos años del éxodo jujeño

 
El 29 de julio de 1812 el General Belgrano ordenó abandonar la provincia de Jujuy y marchar hacia el sur.
Los godos están cerca, y aún no vamos a enfrentarlos. Nos vamos, pero no encontrarán nada a su paso.
En agosto, una interminable masa de familias de campesinos y pastores entraban a Tucumán bajo las órdenes y la custodia del Ejercito del Norte. Harapientos y agotados cuerpos llegaron con lo poco que habían podido salvar, algunas mulas y aguayos cargados de charque, galletas y vino. El pueblo entero abrazó la causa revolucionaria y con paciencia ancestral aguardó el momento oportuno.
Pocas semanas después los realistas avanzaron sobre Tucumán y a pesar de las órdenes del Triunvirato, la desobediencia de Belgrano y su pueblo, lograron la victoria del 24 de septiembre de 1812. Hoy, una de las principales calles de la ciudad de San Miguel lleva su nombre.
Sin embargo, el motivo de estas palabras es otro. A las apuradas y entre copas, podríamos titular este pequeño relato como Belgrano, el primer marxista. ¿Por qué, semejante osadía?
Por aquellas palabras pensadas y publicadas en 1813. ¿Cincuenta, cuarenta años antes del Manifiesto Comunista?  Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano escribió y publicó en la Gaceta:   
“Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo en la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. (…) Existe una lucha continua entre diversos contratantes: pero como ellos no son de una fuerza igual, los unos se someten invariablemente a las leyes impuestas por los otros.”
A doscientos años de aquella gesta dolorosa y heroica la figura de Manuel Belgrano se agranda a cada paso que damos como pueblo, como sociedad. Esas palabras, tan claras y expresas no dejan dudas, a la liberación nacional le sigue, indefectiblemente la liberación social de los oprimidos. Porque estos últimos son la única garantía de éxito de la primera.      

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