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El mejor de todos, Rodolfo Walsh

Literatura y compromiso en un solo hombre



El coronel elogia mi puntualidad.
-Es puntual como los alemanes- dice.
-O como los ingleses.

El coronel tiene apellido alemán. Es un hombre corpulento, canoso, de cara ancha, tostada.

-He leído sus cosas –propone-. Lo felicito.
(Esa mujer, fragmento inicial)

Cagué, piensa.
El hombre está parado en la esquina de San Juan y Entre Ríos esperando hacer contacto. Un movimiento extraño de autos y hombres le confirmaron la duda que lo trabajaba desde la noche y lo acompañó molesta, pegajosa, en su viaje en tren.
Cagué, murmura bajo el disfraz de jubilado y aprieta la veintidós que lleva en el bolsillo del saco. Sus músculos se tensan al ver los primeros rostros que se acercan. Tres, cinco, diez… calcula en fracciones de segundos. Gira sobre sus pies y se ve rodeado. Ahora empuña el revólver y responde a la voz de alto.

Nació en Chole Choel, provincia de Río Negro en 1927 y luego de pertenecer a grupos nacionalistas como la Alianza Libertadora Argentina conoció las persecuciones sufridas por los trabajadores peronistas y su pensamiento político fue madurando hasta integrar la conducción de Montoneros en los 70. Organización de la cual se separó luego de señalar las diferencias políticas y los errores tácticos y estratégicos que venían desarrollándose.
Walsh no sólo es un ejemplo de compromiso y entrega política. Es uno, si no el mejor, de los escritores argentinos del siglo XX. La belleza de su pluma se traduce en la economicidad de palabras y el exacto uso de frases cortas y punzantes. Walsh escribe como un constructor de castillos, de fortalezas destinadas a perdurar en el tiempo.

La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.

(Inicio de Carta Abierta a la Junta Militar, 1977)

La Carta Abierta no sólo es una gran pieza de denuncia política por la claridad del análisis realizado, si no que además, es una gran pieza literaria. Su compañera Lidia Ferreira cuenta que Rodolfo pasó horas leyéndola en voz alta para que todo cerrara: política y literariamente.
La enumeración in crescendo de los actos criminales de la Junta sumados a la claridad reflexiva de Walsh, hacen de la Carta uno de los puntos más altos de la literatura política de la historia al nivel de Cicerón o Emile Zola.

Walsh logró conjugar en su persona el genio literario (Variaciones en rojo, Un kilo de oro, Operación Masacre, Los oficios terrestres, Un oscuro día de justicia…) el compromiso periodístico de la vieja escuela y la militancia política. Un hombre que odió tanto la injusticia social y política que, siendo originalmente antiperonista, se integró a las filas del peronismo revolucionario para luchar por la liberación nacional y social.

El pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza.
(Un oscuro día de justicia, 1973)

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