Ir al contenido principal

Sabés?



Siempre escuchaban al Indio en youtube, pero aquella tarde Martin había llevado el unplugged de Nirvana en medio de unos papeles y libros por corregir. Por suerte la compu estaba enterita, y en segundos Cobain desparramaba su belleza por todo el cuarto.
Fue entonces cuando, se escuchaban los primeros aplausos, las pesadas nubes comenzaron a cubrir el cielo de diciembre. Ella se acercó a la baranda del balcón americano y encendió un porro con la yerba que había triturado instantes antes en su nuevo picachu.
Sí, picachu se llama, había dicho ante la pregunta apenas pronunciada.
Ahora fumaba de espaldas a él, de frente a las nubes y al viento que raspaba las hojas de un árbol contra una pared, que llenaba su pelo de hojas y de vientos de nueva estación.
Ahora fumaba y el olor dulzón comenzaba a llenar el aire. Entonces él abandonó el sillón y fue tras ella. Se arqueó suavemente al sentir su presencia besándole el cuello.
-No te voy a dar.
-Me gustás- murmuró mientras bajaba por su espalda, enredándose en su pelo.
-Me gustás- repitió, deteniéndose en su cintura, bajando con su lengua hasta la humedad más profunda.
Fue entonces cuando el cielo se agitó y estallaron las primeras lluvias. Hubo una confusión de ruidos, suspiros y olores, hasta que el viento y las ganas hicieron lo suyo.
Después, volvieron la calma, los besos y el mate.
Cobain finalizaba los últimos acordes de All Apologies.

Comentarios

  1. Son cosas que pasan por quedarse a solas

    ResponderEliminar
  2. siempre que escucho el unplugged de Nirvana me acuerdo y te leo, sabés?

    ResponderEliminar
  3. y lo sigo disfrutando, como la primera vez que lo leí...abrazo grande.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

"No me interesa el arte o la literatura para pocos" // entrevista del suple Fractura de la Agencia Paco Urondo.

Carlos A. Ricciardelli nació en la ciudad de Buenos Aires en 1973. Es docente y autor de varios libros de ficción, entre ellos:  Piedras contra un vidrio  (1998),  Las recónditas ganas de quedarme aquí  (2014),  Fiebre  (2020) y la antología de relatos prehistóricos  El quinto elemento  ( 2 016). Su último libro de relatos es  Rabia  (2022), de la colección Tinieblas de  Clara Beter ediciones .  Rabia  tiene 11 relatos breves y crueles con escenarios en la periferia de la ciudad: los alrededores del Riachuelo, los conventillos, el barrio de Pompeya, los pasillos de la villa, las canchitas. También hay un pueblo del norte en la montaña y la ciudad de Goya, en Corrientes, a orillas del Paraná. Los personajes en su mayoría viven en la marginalidad y hay uno recurrente, Martín Rilli, que también aparecía en el libro  Fiebre . El clima es muchas veces opresivo dado por las escenas de violencia, en esa “ciudad infernal de cuerpos dolidos”. Las imágenes y lo sensorial impregnan textos como “O

Tiempos de perros

¿Nunca una novia, nunca una amiga? dijo Don Braulio con una sonrisa. Siempre solo… No es bueno trabajar tanto, continuó ante el silencio de Tadeo que no supo que responder. El joven estaba incómodo y sorprendido. El viejo percibió el malestar, la incomodidad que había generado y cambió de tema. Espéreme un minuto. No se vaya que le compré algo le dijo palmeándole el hombro. Tadeo sonrió y metió las manos en los bolsillos del pantalón. Esperó. Acá le traje. No es mucho pero bueno, es por la paciencia que me tiene. No es nada, Don. No se preocupe, agradeció Tadeo y se despidió con otra sonrisa. Tadeo no hablaba mucho. Apenas saludaba a los vecinos y parecía siempre ensimismado. No sabíamos mucho de él: salía temprano, antes del amanecer y regresaba pasado el mediodía. Algunas tardes lo vimos salir a hacer las compras. Con el único que se paraba a conversar era con el viejo de la esquina y luego, enseguida a su casa. Cuando llegó el sábado, alrededor del mediodía, el calor era in

Heráclito de Efeso

Heráclito de Éfeso Jorge Luís Borges Heráclito camina por la tarde De Éfeso. La tarde lo ha dejado, Sin que su voluntad lo decidiera, En el margen de un río silencioso Cuyo destino y cuyo nombre ignora, Hay un Jano de piedra y unos álamos. Se mira en el espejo fugitivo Y descubre y trabaja la sentencia Que las generaciones de los hombres No dejarán caer. Su voz declara: “Nadie baja dos veces a las aguas Del mismo río” . Se detiene. Siente Con el asombro de un horror sagrado Que él también es un río y una fuga. Quiere recuperar esa mañana Y su noche y la víspera. No puede. Repite la sentencia. La ve impresa En futuros y claros caracteres En una página de Burnet. Heráclito no sabe griego. Jano, Dios de las puertas, es un dios latino. Heráclito no tiene ayer ni ahora. Es un mero artificio que ha soñado Un hombre gris a orillas del Red Cedar, Un hombre que entreteje endecasílabos Para no pensar tanto en Buenos Aires Y en los rostro