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Allen Ginsberg


AULLIDO

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,
hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna,
que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz,
que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados (…)




Cubierto de hojas amarillas, crepitando entre las sábanas,
revuelvo el vacío de tu ausencia.
Insomne, inconsciente aún
el zumbido del aparato que ventila no alcanza a despegar los ecos.
Y doy otra vuelta, medio dormido, medio despierto, hasta que dejo mi cara sobre un pedazo de sábana que huele a vos.
Mezcla de perfume y transpiración,
huellas de tu cuerpo.

Allen, el hermano mayor, arrastra colchones llenos de chinches en la madrugada lluviosa
Empujando almohadones grises bajo la llovizna que lava su cabeza

¿Dónde estarás ahora? ¿Habrás llevado tu libro, regalo de Navidad?

Me refriego en tu olor y una gota de sudor cae.
Sudor sobre sudor.

¿Qué hizo después? Cuando quedó solo en medio de la noche rodeado de ausencias
¿Se durmió sobre las tablas del cuarto? ¿Lastimándose la piel húmeda con las astillas?

Allen, el hermano, camina ciego en la madrugada, arrastra sus pies y los mechones grisáceos caen de su cráneo. Camina, ciego y borracho, sin darse cuenta que tras sus pasos venimos nosotros,
anémicos, aullando tras sus despojos.

¿Dónde estarás ahora? ¿Leyendo en la arena, a orillas del mar?
Resoplo y desciendo en las sábanas buscando el sudor de tus piernas.



Justo el 31.
31 de diciembre de 2007.

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