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Poeta, Juan Gelman

Buscando entre las cajas de la biblioteca escolar, escondido entre armarios y tierra, me encontré de pronto con una hermosa edición homenaje a Juan Gelman. La obra en cuestión es: Violín y otras cuestiones, su primer “librito” de 1956. Editado, como bien dice en su prólogo Raúl González Tuñón, por el amor del vehemente Manuel Gleizer.

El libro es una belleza de tapa dura y papel celofán en la cubierta. Su contenido, un tesoro de la poesía en lengua española de la segunda mitad del complejo siglo XX.

A Gelman lo “conocí” de adolescente luego de fracasar insistentemente con la poesía. No encontraba poeta ni versos para mis ritmos, ni pausas que descansaran mi alma inquieta y desolada de los noventa. Y fue una tarde de domingo con el sol brillando en las hojas de mayo cuando leí y escuché por primera vez el color y la resonancia de palabras conocidas. Revolución, otoño, huesos… sonaron como nunca antes en mi boca y caminé por largas calles pronunciando, recitando…

(…) quién eres muda sola recorriéndome razón de mi pasión por qué quiero llenarte solamente de mí y abarcarte acabarte mezclarme a tus huesitos y eres única patria contra las bestias el olvido

Hay, Juan…
Tus versos abrieron mis ojos al otoño y a la espesura del tiempo.
Y más, mucho más.

Gracias Poeta,
gracias, Juan.


Oración de un desocupado

Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
por que no puedo más, tengo riñones
y soy un hombre,
bájate, ¿qué han hecho
de tu criatura, Padre?
¿Un animal furioso
que mastica la piedra de la calle?

de "Violín y otras cuestiones"

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