
¿A dónde te has metido? Me preguntó de golpe sin haberme saludado.
¿En dónde estuviste todo este tiempo, eh? ¿Leyendo libritos… haciéndote el tonto? Contestá, eh. ¿O caso te olvidaste que tenemos un asunto?
¡No!, ¡no! Alcancé a responder mientras esquivaba el mamporro que me tiró por la cabeza. No, no me olvidé del asunto, dije, mintiéndole porque me había olvidado por completo del asunto aquel.
Entonces, le avisaste al amigo tuyo. A ese que tenés. ¿Le dijiste o no le dijiste de nuestro asunto?
No, no…
¿No hablaste con el pibe ese? Pero… ¿dónde cuernos te metiste, nene? ¿Otra vez andás con los libritos y los papelitos que escribís a escondida? Si fuera tu viejo… si fuera tu viejo no sabés el mamporro que te metía… y ahí le esquivé un voleo de izquierda mientras me cubría con página 12 la cabeza.
¿Seguís leyendo esas cosas, vos…?
Hablé con Martín, lo interrumpí con brusquedad para imponer autoridad y doblé el diario bajo el sobaco. Hablé el otro día pero aún no pudimos juntarnos. Por lo tanto…
¡Por lo tanto es que nos vamos a quedar sin el asunto! Y yo te voy a cagar a trompadas pendejo y la…
Pero cortela, ¿quiere? Se está poniendo viejo, e insistí con el tono. Si al final tiene razón Margarita…
¿Margarita? ¿Qué te dijo Margarita?
¿Qué me dijo? Nada.
No te hagás el boludo porque te… Trató de tirar un cortito y lo abarajé con la izquierda, pero se me cayó al piso página 12 y eso me hizo calentar.
¿Y sabés qué? ¿Sabés qué? Me dijo que sos un viejo baboso que no parás de mirarle las tetas y que cada vez que intentó decirte los puntos… los datos para el asunto, vos tartamudeabas ahogándote en la saliva y no dejabas de mirarle las tetas, y es por eso que ahora usa poleras y nos priva a todos los pibes de pispearle los pechos. ¡Viejo de mierda!
En ese momento se quedó duro. No sé si fue la reiteración de la palabra teta o eso de viejo de mierda pero quedó petrificado, como si el viento que a veces se levanta en el puerto le hubiese dado justo, justo en el cogote. Duro, así de duro, quedó.
Y, ¿entonces?, balbuceó.
¿Entonces? ¿Entonces? Pregunté a los gritos, sacudiendo el diario que ya estaba manchado y comenzaba a deshojarse. ¿Entonces? ¿Entonces?, seguí vociferando un buen rato mientras se acercaban algunos vecinos.
¿Y entonces nene?
¿Entonces nene? Respondí mirando la contratapa del diario y emparejándolo un poquito. Entonces, con vos, no hay asunto posible. Agarré, di media vuelta y me fui.
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