-Disculpe doña, ¿habrá algún lugarcito más? Somos dos.
-Rilli, ¿qué vas a hacer? –me preguntó Felisa, la encargada de los almuerzos en La tacita. Uno de los trece comedores del barrio que florecieron luego del 2001.
-Me arreglo, no hay problema- respondí ante las cejas arqueadas de la mujer y las miradas lastimosas de los recién llegados. No los conocía. Dijeron que eran de Zavaleta.
-Gracias –alcance a escuchar mientras me corría a un costado. Había comenzado a llover y las chapas nuevas no habían llegado.
-La próxima semana, con los planes...
Apenas el vapor de la sopa comenzó a desparramarse comenzaron a llegar los pibes, corriendo, moqueando los primeros fríos del otoño. Los pelos duros, desteñidos en carcajadas y los gritos de algunas madres que se acercaban con panes y ollas vacías.
Manoteé un pancito y me fui yendo. Saludé a Felisa prometiendo que volvía para los mates. Salí hacia dentro del barrio, caminé bajo una llovizna molesta y doblé en el pasillo de la Leti. L...
Bitácora de Carlos A. Ricciardelli // palabras/imágenes/arte -desde este lado del mundo.