
Hay que ponerse en marcha y trashumar la vida,
desde las roturas del tiempo por donde se mete el viento y los miedos,
la humedad, pero no sólo la del cuerpo y su dolor,
la humedad de la ausencia, de la falta,
la humedad del desamparo y el frío.
Hay que instalarse allí, en el centro de la nada,
en el eco del vacío, donde zumban los oídos y la sangre presiona
como un artista del fracaso amontonando los despojos, uno a uno,
lustrarlos con la lengua y enterrarle los puños,
uno a uno, en la ausencia y el vacío.
Entonces, levantarse y andar hacia el fuego,
en los abismos del tiempo,
arrebatarlo en un gesto y llevarlo consigo,
como un pequeño Prometeo
urbano y oscuro, como bestia resistente
de esta ciudad.
desde las roturas del tiempo por donde se mete el viento y los miedos,
la humedad, pero no sólo la del cuerpo y su dolor,
la humedad de la ausencia, de la falta,
la humedad del desamparo y el frío.
Hay que instalarse allí, en el centro de la nada,
en el eco del vacío, donde zumban los oídos y la sangre presiona
como un artista del fracaso amontonando los despojos, uno a uno,
lustrarlos con la lengua y enterrarle los puños,
uno a uno, en la ausencia y el vacío.
Entonces, levantarse y andar hacia el fuego,
en los abismos del tiempo,
arrebatarlo en un gesto y llevarlo consigo,
como un pequeño Prometeo
urbano y oscuro, como bestia resistente
de esta ciudad.
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