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Mostrando entradas de 2010

Historias del nuevo siglo

Ma r ia na I Mariana, ahora, no quiere operarse. Es que la semana pasada, en su privado del centro, mientras trabajaba, un tipo le acarició la poronga. Fue un descuido. Pequeña y torpe sintió de pronto avanzar su mano por la entre pierna; y acabaron los dos juntos. Sin proponérselo, era sólo trabajo. No fue la primera vez. Pero ayer, el cliente volvió y le dijo que la ama. II La primera de las palizas que recuerda la recibió de su hermano. Su padre, aunque nunca lo aceptó, jamás le puso una mano encima. Ni siquiera una caricia. Ni un beso. La primera paliza la recibió justito después del primer beso y esa extraña sensación que le recorrió el cuerpo, erizándole la piel bronceada, del verano aquel. Francisco, su hermano mayor, no soportó verlo en brazos de Juan, su mejor amigo. Y encima vestido de mujer. -¡Estamos jugando!- alcanzó a decir antes de suplicarle que frenara de golpearlo. III Cuando tenía siete u ocho años y llegaba de la escuela corría a meterse en la cama con su abuela. A

La tela de la araña, publicación de la UTN

Si esa moneda hablara...( parte III)

Martín le dijo a su amiga que la quería (en realidad que le gustaba, y mucho) Ella, le sonrió y dijo que le agregaba confusión a su confusión. Entonces, ella le agarró las manos con la misma dulzura que semanas atrás le había dicho, es muy lindo Martín, muy lindo eso que leíste.Ahora Martín camina por las paredes esperando que ella le diga algo. Algo más allá de su confusión. Pasan los días y aún no recibe respuesta.

Si esa moneda hablara... (parte II)

Se quedó duro, con un aguijón clavado en la garganta que apenas pudo aflojar dándole otro trago a la botella de cerveza. Tardó unos minutos en darse cuenta que molestaba parado ahí, justo en el centro del baile. Y tardó, también unos instantes, envuelto en la confusión, en dejar la fiesta y salir a la noche cerrada. El rocío ablandaba la tierra en algunos de los pasillos embarrando las zapatillas. Rilli caminó sin apuro. Quería despabilarse y encaró hacia el río. Panameño… ¿dónde te metiste?, recitaba el pibe entre sueños, encorvado contra la pared de la Iglesia. Rilli sacudió la cabeza en una mueca risueña y siguió su rumbo. Caminó, caminó un buen rato y llegó hasta la orilla del riachuelo. Se abrió pasó entre los pastos y la basura, buscando un claro que le permitiera acercarse. Lo encontró y se acomodó contra unos escombros frente al agua. El sonido del río, golpeando espeso contra las piedras, lo fue acunando suavemente hasta llevarlo a otros tiempos. Una hermosa sonrisa apareció e

Si esa moneda hablara...

La noche está en pañales, había dicho el pibe y de un saque se metió toda la mandanga en la napia. Ya está, ahora estamos listos, pronunció mientras arqueaba las cejas con exageración. Se refregó la nariz un par de veces y le dijo a Rilli que lo siguiera. Caminaron un rato rebotando en cada esquina, puteando a los perros que se arremolinaban entre las bolsas de basuras. ¿Dónde estará el panameño? ¿Dónde se habrá metido?, preguntó el pibe, mientras Rilli encendía un cigarro. ¿Dónde se habrá metido? El pibe estaba duro. Ecléctico en su rumbo no dejaba de preguntarse por el panameño y la bolsa de merca que le había prometido. Rilli se cansó de tantas vueltas y luego de un par de horas se metió en la primera joda que vio. ¡Huu! Sí la noche estaba en pañales como le había dicho el pibe (que dicho sea de paso lo había dejado protestando contra el paredón de la antigua marmolería, convencido que el remolino de perros en celo ocultaban al panameño infiel y deshonesto.) Era de madrugada cuando

Un asunto

¿A dónde te has metido? Me preguntó de golpe sin haberme saludado. ¿En dónde estuviste todo este tiempo, eh? ¿Leyendo libritos… haciéndote el tonto? Contestá, eh. ¿O caso te olvidaste que tenemos un asunto? ¡No!, ¡no! Alcancé a responder mientras esquivaba el mamporro que me tiró por la cabeza. No, no me olvidé del asunto, dije, mintiéndole porque me había olvidado por completo del asunto aquel. Entonces, le avisaste al amigo tuyo. A ese que tenés. ¿Le dijiste o no le dijiste de nuestro asunto? No, no… ¿No hablaste con el pibe ese? Pero… ¿dónde cuernos te metiste, nene? ¿Otra vez andás con los libritos y los papelitos que escribís a escondida? Si fuera tu viejo… si fuera tu viejo no sabés el mamporro que te metía… y ahí le esquivé un voleo de izquierda mientras me cubría con página 12 la cabeza. ¿Seguís leyendo esas cosas, vos…? Hablé con Martín, lo interrumpí con brusquedad para imponer autoridad y doblé el diario bajo el sobaco. Hablé el otro día pero aún no pudimos juntarnos. Por lo

Otra de Sarlo y van...

Alcanzo a leer la primera oración –porque me avisan, me piden que lea “la nota de opinión” que salió en el pequeño diario argentino- y no puedo dejar de levantar la vista del monitor. Se volvió gagá, dice Rilli mirando la pantalla por sobre mi hombro. Se volvió gagá, no hay más dudas, repite palmeándome el hombro. ¿Cuándo dijo la última frase inteligente? Antes de bajar las persianas de punto de vista… ¿o ya patinaba? Mercenario, según el pequeño larousse ilustrado, que se hace por dinero: trabajo mercenario// Que hace pagar sus servicios: soldado mercenario, dice golpeando el libraco con su mano. Que está cerquita de mentecatería… ¿Cómo? Pregunto dándome vuelta. Que está justito en la columna de al lado. Están en paralelo, en el broli. Parece mentira… Y era revolucionaria… Eso dicen… Y nos hacía pensar, era crítica del poder… Pero no pudo. Todo por salir en viva… No, ¿vos creés? Se va juntar con La grande a almorzar un día de éstos. (…) ¿Tenés algo de Bioy? Me agarró ganas de leer la

Otra vez, como ayer

Acercarse a una cancha de fútbol durante una noche minutos antes de un partido es algo maravilloso: desde lejos las luces que desprende el estadio la envuelven en un halo mágico y del centro mismo emana la voz del estadio anunciando jugadores y números; mientras que las tribunas dialogan una historia llena de mitos y leyendas. En las puertas cientos de personas se arremolinan bajo una lluvia de papelitos que se escapan de las tribunas a las calles. Ayer volví a ser chico de nuevo. Aturdido por la fiebre apagué el televisor finalizando el primer tiempo de Huracán – Independiente y luego de unos minutos de zozobra pude concentrarme en el canto de las tribunas. Vivo a tres cuadras del Ducó, el Palacio, apenas cincuenta metros más lejos que cuando niño. Y ayer, como entonces, cuando por algún extraño motivo no me dejaban ir a la cancha, armé el partido en mi cabeza con los sonidos que viajaban de la misma. Como un Ulises del arrabal porteño quedé nuevamente prendido al canto de las tribuna

Africa, pequeño homenaje al vientre de la humanidad

Y entonces sólo hacía falta el viento, una pequeña brisa convertida en soplo divino que arrastrara las cenizas de esta fogata inútil a la vera del río, al costado de tu cuerpo. Fue entonces cuando entendimos que la noche era otra, sin miedo y sin piedad, nos recorrió el espectro de aquellos simios antiguos -que la soberbia humana llamó prehistóricos- como si acaso vos y yo fuéramos historia, así con mayúsculas, y fuésemos otros, y quisiéramos extirparnos de nosotros mismos. Imposible. Los agujeros están ahí, y África está en nosotros. En la memoria del cuerpo, en la cadena multiplicada en el esperma de aquel simio. A pesar del tiempo, aún resisten en cada cuerpo, los rastros de Olduvai.

Goles son amores!

El grito desgañitado del locutor anticipó los disparos al aire que comenzaron a sonar por todo el barrio. Era la Copa América y las esperanzas se renovaban en cada gol guaraní. Cinco goles fueron esa noche y la balacera arreció hasta bien entrada la madrugada. Apenas era la primera ronda, el debut ante Ecuador o Colombia no podía ser más auspicioso. Un seleccionado más débil, pero el motivo era bueno para festejar. Cuando los tiros se fueron apagando comenzó la cumbia paraguaya, romántica y con cuerdas. Dimos una vuelta por la casa de Tito y Noelia. La cumbia dulzona se escuchaba de lejos mezclándose entre sapukáis y tiros aislados. Al llegar nos sorprendió una fiesta: decenas de camisetas albirrojas se agitaban al ritmo de la cachaca y las chichis, revoleando sus caderas... Como si faltara algo, de pronto aparecieron tres gordos disfrazados de Chilavert que al grito de ¡Viva el pororó! comenzaron a repartir cerveza y faso. ¡Qué noche hermanito! ¡Cuánta locura y alegría contenida! Todo

24 de marzo de 1976: 34 años de lucha

PALOMAS El sol entraba oblicuo por la ventana, cuando el hombre calentaba, al fuego de una vieja y destartalada cocina, el agua para el mate. Paseó, sin intención, la vista por sobre los techos de lata y pensó en la miseria del barrio. Acomodó la yerba en la calabaza y echó un primer y humeante chorro de agua. Ahí hundió la bombilla cuando unos ruidos le llamaron la atención. Despreocupado se asomó por la ventana y observó como decenas de palomas se apiñaban sobre unos trozos de pan. Otra vez la vieja del séptimo, pensó y volvió su atención al mate y al agua. Se cebó y tomó un primer mate mientras se entretenía mirando comer y pelear a dos grandes palomas. Hacía varios meses que vivía en ese departamento y nunca, salvo cuando Facundo corría hacia el balcón señalando las palomas al grito de ¡uh! ¡uh! Y él, su padre, corría a atajarlo antes de llegar a la puerta, les había prestado demasiado tiempo. Las palomas, que habían terminado con las migas de pan, caminaban en círculos picoteando

Chile duele: la caída de la careta liberal

Durante las primeras horas posteriores al terremoto sufrido en Chile, las imágenes oficiales transmitidas al mundo mostraban a una presidenta dinámica al frente de todos sus ministros repartiendo las distintas regiones a recorrer y asistir. Chile se mostraba, ante una terrible catástrofe, ordenado y preparado, con las fuerzas necesarias para poder enfrentar la enorme catástrofe sufrida. Una gran nación poniendo en funcionamiento todos sus músculos y su moral para salir con dignidad del terrible momento. Las cadenas noticiosas enseñaban al mundo como el Chile exitoso económicamente, el Chile ciudadano que honra a las instituciones democráticas y que atraviesa los cambios de colores políticos sin traumas ni odios revanchistas, tenía las armas suficientes para encarar las dolorosas tareas de ayuda a la población y encarar eficientemente la reconstrucción posterior del país. Pero, con el correr de los días las noticias fueron cambiando. El dolor aumentaba con el crecimiento de víctimas fat

Palabras maestras: Noticias (1)

Por Vicente Battista Hace algunos años en la Feria del Libro me tocó integrar una mesa redonda en la que se discutía la libertad de prensa. En esa oportunidad señalé que los organizadores de la mesa se habían equivocado a la hora de convocar a los participantes. Dije que en lugar de invitar a distintos periodistas que trabajábamos en diferentes medios, tendrían que haber invitado a los propietarios de esos medios, ya que eran ellos quienes realmente digitaban la libertad de prensa. Sigo pensando lo mismo. León Bloy era poco gentil con el periodismo, lo llamaba: “el mingitorio de la literatura”. Ernesto Sabato, que tiene algunos puntos de coincidencia con el escritor francés, aconsejaba a los jóvenes escritores que trabajaran en una ferretería antes que en la redacción de un diario. Acerca del juicio de Bloy no vale la pena decir nada: está invalidado desde su propia enunciación. En cuanto al consejo de Sabato, casi todos los grandes autores alguna vez ejercieron como periodistas. Esa p

Para mi dulce consuelo

Onetti , autor de las novelas El pozo (1939) y La vida breve (1950) , verdadera bisagra en la literatura del siglo XX. Buscando unos malditos papeles, metido entre el polvo y el bochorno de fin de año encontré casi sin buscar unos viejos suplementos culturales de Página 12. Suplementos de los viejos tiempos en donde se llamaba Primer Plano en el indisimulable homenaje a la vieja y sesentista revista argentina. Junio del 94, acababa de morir en Madrid Juan Carlos Onetti y el suplemento titulaba Onetti por Onetti debajo de un dibujito de Rep donde mostraba el alma del viejo ascendiendo desde su cama al cielo. No faltan en el dibujo los libros, la botella de whisky, ni el humo subiendo de un cigarrillo a medio fumar. Quince años, pensé; cien de su nacimiento. Metido en la cama y como estaba, desnudo junto a mi compañera, estiré el brazo y manoteé de la pila de libros y papeles por leer (aumentan día a día acumulando tierra e impotencia) el suplemento cultural. Entonces, fue imposible sol
Sí en ronda de amigos se me impusiera la desesperada tarea de contar tu belleza, sonreiría con entusiasmo y emprendería una empresa destinada al fracaso. No encuentro forma de hacerlo. No hay modo. Pediría paciencia y espacio en la mesa para garabatear. Intentar dibujarte. Trataría de atrapar algunos rasgos, algunas líneas... Trabajaría con tinta china, pluma y canson blanco. Trazaría sólo algunas marcas, intentaría narrarte de perfil, de tres cuarto. Algunas pocas líneas dibujando o intentando definir límites, contornos difusos. Pondría el acento en tus ojos, los haría profundos y fuertes, como otro lugar por donde entrar en vos. Pasarían las horas y continuaría intentando, tropezando y corrigiendo, en el afán torpe y loco de tenerte, de atraparte...